Existen muchos mitos sobre el peligro de los transgénicos, pero ¿son en realidad tan malos como los venden? La comunidad científica parece estar más ocupada en investigar y desarrollar que en desmentir dichos mitos.
La verdad es que la comunidad científica está más ocupada en su trabajo que en la publicidad, siendo esto algo negativo, pues la ciencia ha de ser divulgada y transmitida a la población. Esto hace que crezcan mitos y medias verdades sobre los cultivos transgénicos.
Algunos de los mitos o dudas sobre los transgénicos u organismos modificados genéticamente (OGM) son los siguientes:
Los transgénicos son malos para la salud.
Pues desde que se empezaron a cultivar y consumir a mediados de los 90 no ha habido ningún caso documentado de impacto negativo en la salud humana o animal. Además debemos tener en cuenta que los cultivos transgénicos pasan exhaustivos controles de bioseguridad antes de salir al mercado. Ningún otro alimento pasa tantos controles y exámenes como los transgénicos. No solo hay controles por parte de las propias compañías o laboratorios que los desarrollan, sino que además, en el caso de Europa, tenemos la dura y estricta Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) que los vuelve a evaluar. Posteriormente, si la EFSA lo autoriza, volvemos a tener otro filtro de seguridad en las agencias de seguridad alimentaria de cada país, además de las organizaciones de consumidores.
Vale, si tú lo dices… pero son perjudiciales para el medio ambiente.
Pues de momento no. El objetivo de los transgénicos es producir más con menos: más alimentos con menos suelo, menos agua, menos pesticidas y fertilizantes químicos. Y de momento se está consiguiendo.
Existe una controversia en cuanto a los cultivos resistentes a herbicidas, ya que puede suponer a primera vista, que aumentará el uso de estos productos. Sin embargo estos cultivos facilitan la adopción de sistemas de producción con labranza mínima. Esto contribuye a la reducción tanto de la erosión como de la emisión de gases de efecto invernadero, mejora la humedad del suelo y aumenta el almacenamiento de carbono.
A pesar de todo, un informe de la FAO/OCDE afirma que los Organismos Genéticamente Modificados (OGM) permiten la reducción del consumo de fitosanitarios y reducen la emisión de gases efecto invernadero. Los datos también muestran que los cultivos transgénicos evitaron la tala de 123 millones de hectáreas de selvas y bosques que de lo contrario hubieran sido destinados a la agricultura (PG Economics 2014).
Otra cosa es el problema de las contaminaciones genéticas y/o cruzamientos de los OGM con variedades tradicionales o autóctonas. Respecto a esto hay controversia pues al igual que un cultivo OGM en una parcela puede cruzarse con el cultivo tradicional de la parcela adyacente, lo mismo podría ocurrir entre diferentes variedades tradicionales. Para ello se han creado una serie de normas que evitan este fenómeno de contaminación genética cruzada.
Los cultivos transgénicos causan alergias, y además, las han aumentado en la última década.
Pues no, porque como hemos dicho, a diferencia de los cultivos convencionales, los cultivos modificados genéticamente deben pasar por rigurosas pruebas de bioseguridad antes de salir al mercado. Como dijimos en el anterior artículo, los organismos transgénicos llevan uno o varios genes que codifican una proteína que confiere una nueva función al organismo que antes no tenía (normalmente resistencia a sequía, plagas…). Esta o estas nuevas proteínas no han de ser ni tóxicas ni alergénicas, y deben ser digeribles, de forma que el cultivo transgénico sea nutricionalmente equivalente a su contraparte convencional. No se puede decir lo mismo respecto a los cultivos convencionales ya que estos no pasan por pruebas de toxicología y seguridad antes de la comercialización.
Los genes del alimento transgénico pueden transferirse también al ser humano.
De ser esto cierto, los humanos deberíamos ser capaces de hacer la fotosíntesis cada vez que comemos verduras. Los genes transgénicos no pasan a otros organismos. De ser así, todos los genes que se encuentran en cualquier alimento tradicional o ecológico también podrían pasar al ser humano. Cualquier gen tendría la misma probabilidad de transferirse al ser humano.
Los agricultores están bajo el poder de las multinacionales.
Un agricultor puede plantar transgénicos o no según le convenga. Si le es rentable y quiere, lo hará más veces, sino, volverá a plantar semillas convencionales. No hay ninguna obligación.
Sí, pero las grandes multinacionales patentan sus semillas transgénicas para tener el control sobre ellas.
Y las semillas convencionales también. Además los transgénicos no solo están desarrollados por multinacionales, de hecho, la mayor parte de cultivos transgénicos están desarrollados por centros públicos de investigación de muchos países.
Para entender mejor el objetivo de los OGM y lo que se quiere conseguir con ellos, se exponen a continuación algunos ejemplos de proyectos que ese están llevando a cabo:
Por ejemplo, el C4 Rice Project, un proyecto que trata de trasladar genes del maíz al arroz. ¿Con qué finalidad? El maíz tiene un tipo de fotosíntesis mucho más eficiente que el arroz. Si se pasan esos genes al arroz y se logra que sea igual de productivo que el maíz, se incrementaría la producción de arroz (con el mismo suelo cultivado) y se daría de comer a más gente, teniendo en cuenta que el arroz es la base de la dieta de millones de personas.
Otro ejemplo es la lignina, un componente fundamental de la madera, sin embargo es una sustancia indeseable en la fabricación del papel ya que hay que eliminar toda la lignina de la madera para dejar solo la celulosa, componente básico del papel. La industria papelera es de las más contaminantes debido a este hecho, ya que se necesitan grandes cantidades de compuestos químicos tóxicos que al final se vierten a los ríos y mares, además de un consumo energético enorme. Gracias a la ingeniería genética se podrían desarrollar árboles que produjeran menos lignina o alguna forma de lignina que pudiera ser más fácil de retirar de las maderas y se obtendrían grandes beneficios económicos y ambientales.
De aquí a 2050 se estima que tendremos que utilizar más del doble de agua para producir los alimentos necesarios para alimentar a nueve mil millones de personas y conseguir incrementar en un 70% la producción de alimentos. Por tanto habrá que hacer más eficiente el uso de agua en la agricultura. Por ello ya se están desarrollando cultivos que sean más resistentes a la sequía.
Son muchas las aplicaciones de los cultivos transgénicos, y un solo objetivo: producir más con menos. Del sabor ya hablaremos otro día.